lunes, 23 de enero de 2012

Comparto con todos Dos cuentos algo guarros...

Piecita de museo
Aclaración: El presente relato está basado en hechos reales, demasiado reales, quizás.
I
Entiende, le dije a Silvia, preocupado por el oído biónico de la vieja Clara, hay cosas que no se deben contar.
-¡No me vengas con esa historia!-exclamó rabiosa.
-Bueno, que no se pueden contar-proseguí, pensando en ciertos literatos.
-Me extraña que tú digas eso, Quiroz-indicó entonces-. ¿Ya no quieres ser García Márquez?
Qué cosita. ¿Había dicho yo algo así? ¿Se merecía mi venganza la vergaja? Sí; ¡aquello!
-Dijo el poeta: “Desde su cuarto, contiguo al mío, la hermosa doncella…”
-¡Tramposo! ¡Eres un tramposo, Quiroz!
II
Ya en la habitación de su amada…
-No te hagas el boquiabierta.
-Es romanticismo puro, Silvia, reconócelo.
-Cuenta, Quiroz, ¿sí?
-Pero mira, mujer, estoy comportándome como todo un bardo.
-Como todo un sonso, ya te lo dije. ¿Quieres que te eche?
-¿Serías capaz?
-Muy capaz.
-Bueno, enciende la luz.
-¿Estás loco? Podría aparecerse mami.
-Anda, Silvia, aunque sea la lamparita.
-¿Acaso el cuento es de terror? ¡No seas payaso!
-Quiero verte la cara, esa es la verdad.
-Lo dicho, voy  a tener que echarte.
-Ya me echaste: ¡Pobre poeta!
III
-Va, pues, te cuento tu historia.
-Espérate, déjame acomodarme.
Se acomodó.
-Ahora sí: soy toda oídos.
¿Oídos? La vieja Clara solía ocultarle su bebita a los mirones: Nació bien despachadada esa niña, ¿ah?, le había oído decir a uno de ellos, ¡qué cosota, madre mía!
-Suelta, Quiroz, no seas tan vivo.
-Pero mira, te sienta bien.
-¡Suelta!
-Okey, paso a paso. Empiezo: la protagonista es Dorita, y el galán Neville.
-Que yo sepa Neville no es paraco.
-A Dorita la convence ahora cualquier cuatropuertas, cómo te parece.
-¿Vuelves con la necedad, Quiroz? Quita la mano, quítala o verás.
-Sigo: Dorita, que había empezado a tirar lance desde las cuatro, vio llegar al parquecito la platinada de Neville… ¿Se detendría el muy bandido a saludarla? Decidido: él que le estiraba la mano y ella que le hablaba del jean.
-¿El alboroto se armó por culpa de un pantalón?
-Te puedo decir que el alboroto empezó en “La Factor X”, de ahí saltó al hospital.
-¿Al hospital? ¡Suéltame, Quiroz! Me vuelves a tocar y ya sabes, estás advertido.
-Tranquila, Silvia. Pero deja de interrumpirme, ¿okey? Quiero terminar, tengo apuro. Oye tú, para bola: “Conque un jean”, le dijo Neville a Dorita, “Listo, yo te doy la plata, sube”. Luego, cuando Dorita vio que la platinada cogía el camino hacia La Xona, se animó a protestar, “ay, no, Neville, para allá no, mejor llévame a La Metro, ¿no ves que en La Xona lo filman a uno y hasta tienen un museo?”
-Como así que un museo.
-Te dije que no me interrumpieras, Silvia. Pero okey, te aclaro la cosa: del museo hace parte un zueco del doctor Mejía, el puente de Julio Leones, una pantaleta con el nombre de la Rola bien bordadito, el último calzoncillo que usó el viejo Abraham… Ríete, vergaja, ríete.
-Cómo se ha regado lo del viejo, ¿ah? De nada valió que en su casa trataran de tapar el asunto.
-Te añado un dato: la chica que lo mató tiene, al igual que Dorita, poco cuerpo pero factor x ¡en cantidades!, por algo la llevan sus clientes a La Xona.
-¿Quién es? Dime, anda.
-Más tardecito.
-No seas malo, Quiroz. Ven, dímelo en el oído.
Ay, las mujeres. Se lo dije. Después volví al cuento, a contarle, con pelos y señales… Bueno, sigo acá: A Neville le importó poco el ruego de Dorita. ¿Quería o no quería el jean? ¡Ruunnn! Ya en La Xona, la acomodó y la desacomodó como se le vino en gana, pero dándole a entender de paso que él es de los que se vuelven exigentes, cosa que demostró a cabalidad, más tardecito, llegado el momento…
-Qué dices, reina, ¿le entro?
-Otro día, Neville, porfis.
-Ningún otro día, ya.
-Suave, ¿oíste?, no vayas a... ¡NOOOO!
El grito se oyó en toda La Xona, tan duro que cabía una pregunta, sí, señor: Caramba, ¿será que así le sale el factor x a la muchacha?
-¡NOOOO! 
-¿Por qué te quejas, Silvia?
-Déjate de payasadas, Quiroz. Oye, estoy pensando en algo.
-¿En qué?
-Dorita… ¡es una figurita!
Una figurita, claro, y yo tenía que decidir al instante si le buscaba otro final al cuento… Pues sí, ¡Sí!, y qué carajo, a emprender mi venganza. De modo que me puse a inventar…
Silvia se extrañó:-¿Cómo así? ¿Un vientecito? ¿Le dijo a Neville que la sacara porque se iba a echar un vientecito? Raro que se refinara tanto.
Sin duda. ¿Por qué se me había ocurrido algo así? ¡Qué embarrada!
-Dime, Quiroz, le nació hediondo o qué.
Guardé silencio.
-¿Le nació tan hediondo que Neville no pudo aguantar las ganas de castigarla, de darle su buen totazo?
Entonces, opté por despedirme de mi venganza:-Neville unió a Dorita, Silvia-dije.     
Fin


Simplemente Dádiva
Pasó de esta forma: cierto día, antes de que Débora apareciera, Lucio corrió a la farmacia de la cuadra hecho el espermatozoide campeón, y luego, metido hasta el tope en la misma premura, compró un pote de vaselina… Al final, el pote permaneció oculto debajo de la colchoneta.
-Uy, me estoy maltratando-exclamó Débora, en medio del amor.
-¿Yo?-preguntó Alfonso, en el aire, pues ya le había entrado el gusto.
-No, hombre-musitó Débora, fastidiada-. Hay algo que…-intentó explicar luego, mientras buscaba un mejor sitio donde acomodar su portentoso culo-¡Sí! ¡Sí!...
-¿Todo bien?
-¡Sí! ¡Sí!
Sí: Positivo. Tiempo de gestación: 6 semanas. 
-¿Nombre?
-Dádiva.
-¿Dádiva?
-Dádiva Luz.
-Hoy es el día de los nombre raros; la niñita que registramos oritica salió llamándose Venecia.
-Por la ciudad, ¿no? ¿Se imagina usted esas vacaciones?
-Obvio. Entonces, ¿dejamos a su niñita así?, ¿Dádiva?
-Sí; Dádiva es su nombre.
Dádiva Luz, ese es mi nombre. ¿Simplemente Dádiva?
Fin

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