martes, 11 de diciembre de 2012

Un cuento de la Heroica Cartagena de Indias...


A continuación... uno de esos cuentos tan míos que tienen como escenario a  Cartagena, a la Cartagena que amo y detesto.  


Lemaitre-Centro-Lemaitre
El cantante
Contó que había andado de cantante en los buses, sube y baja, y los otros soltaron la risa. ¡Limosneando!, le gritó el carajito de al lado, aumentándole enseguida el volumen al festejo.
El profe se sulfuró, tanto, que repartió reglazos a diestra y siniestra.
-A ver-dijo luego-, ¿quién quiere seguir con el chiste?
Silencio.
-Continúa, David.
-Me hablaron de grabar un disco.
-¿Quiénes?
-Los de la Alcaldía iban a grabarles un disco a los cantantes populares de la ciudad.
-¿Y qué pasó?
-Nada. Nos pusieron a cantarle a un grupo de gringos en la Plaza de la Aduana y después “chaito, gracias por todo, felices sueños”, felices sueños porque era de noche, digo yo.
-Ya. ¿Quiere agregar algo?
¿Lo decía? ¿Lo contaba?
-La verdad es que ni siquiera nos dieron para el pasaje de regreso, yo tuve que irme a pie, del Centro a Lemaitre, imagínese.
Risas y más risas.
-¡Silencio!... ¿Terminaste, David?
-Cuando llegué allá…
-A Lemaitre, quieres decir.
-Sí, a Lemaitre… Menos mal que cuando llegue allá encontré una rumbita que me salvó la noche, Lemaitre tiene cosas así, ¿sabe usted?

¡Nati!
¿Se acordaba de aquel besote? Qué besote tan chévere. Hubiera podido llegar a ser un besote de uno sesenta y dos, y entonces cada piedra de las murallas…
-No sé, David, a mi me parece…  ¿Se puede…? ¿Tú lo has hecho?
-No, hombre, ¿por qué crees que te lo estoy proponiendo a ti?
-Eres un loco, un loquito muy arrecho.
Nati tenía una sonrisa resplandeciente. Se lo dijo.
-¿Res qué?
-No te burles.
-No me estoy burlando, David.
-Tuve un profesor al que le gustaban las palabras como esa.
-¿El profesor Puello? Ya me has hablado varias veces de él.
-Entonces, ¿vamos?
-Con una condición.
-¿Cuál?
-Tú ya sabes.
-Está bien, te prometo que no les vuelvo a parar bolas a esos malparidos.
Nati se dispuso a saltar del columpio:-Apárame-dijo.
-¿Qué?
-Y dale con tu Puello.
-La palabra es buena, Nati, pero se oye mal.
-¿Me aparas o no?
-Te aparo… ¡Cómo pesas!
-Oye, ¿tienes plata para los pasajes?
-Tranquila que yo invento.
E inventó. Pero le resultó imposible cumplirle la promesa: “¡Pelotera en bus de Lemaitre!”, tituló el periódico. “Una trifulca entre pandilleros estuvo anoche a punto de sumir a nuestra ciudad en una verdadera tragedia.”
A punto, eso dijo el diario… ¡Nati!
 ¿Quién quiere ser hoy el defensor del idioma de séptimo grado?
-¡Despierta, huevón!
David abre los ojos: Ya está, las benditas murallas.
-Oye, Libe, ¿tú te las has culeado?
-¿A quiénes?
-A las murallas, hombre.
Libe se echa a reír.
-Con quién estabas soñando tú, ¿ah?-dice luego.
-Yo ni duermo ni sueño en los buses.
-Para soñar tienes que estar dormido necesariamente. Lo otro es embobarse.
-¿Pedimos la parada, Libe?
-Cuéntame, a ¿quién te culeaste en las murallas?
-A Yina.
Libe vuelve a reír.
-¡Me importa un carajo que te hayas comido a esa perra!-exclama ahora, tan duro que la vieja que va de pie, plantada a su lado, voltea a mirarlo.
-¿Qué pasa, doña?
La vieja se extraña:-¿Cómo?
-Estamos hablando de mi hermana, ¿okey? ¿Algún problema?
-Fresco, Libe.
-Es una chismosa, David.
-Ya, cálmate.
-Listo, me calmo. ¡Parada!
El bus se detiene frente al parque del Cabrero. Los chicos bajan, riendo, festejando:
-¡Pobre vieja!
-Se cagó la maldita.
El esparrin se les acerca:-Quiubo, el pasaje, no se hagan los locos.
-¡Púdrete!-exclama David.
-Déjamelo a mí, viejo-dice Libe, frenteando al otro, exhibiendo la cacha de su cuchillito…
El esparrin frena, se acaricia una espinilla.
Libe se asquea:-Sácate el pus, puerco.
El esparrin intenta abrir la boca…
-¡Pilas!-le grita el chofer, arrancando.
El  esparrin corre tras el bus, salta al estribo. Después se vuelve y empieza a gritar.
-¿Nos está amenazando?-pregunta David.
-Anótalo.
-Malparido.
-Es la tercera vez que me amenazan en este puto día. ¿Por qué le gustará a la gente amenazar tanto? ¡Qué carajo! Bueno, echémonos el paseíto.
David sonríe, pensativo.
-Hagámosle-dice Libe, andando-. Vamos a ver si sale algo bueno de tus adoradas murallas.
-¡Cómo te gusta joder!-exclama David, pegándosele a su vale.
-Dilo: Amo a las murallas de Cartagena.
-Amo las murallas de Cartagena.
-¡Eso!
-Te estoy corrigiendo, pendejo.
-Ah, carajo.
-Oye esto, para que aprendas a expresarte: Amo a mi mamá. En esta oración…
-Mi mamá me ama.
- ¿Sí? ¿La mamá de la Nacho Lee?
Libe se detiene, encara a David:-Ésa misma, huevón-dice, abstraído.
-¿Te dolió?
-¿Qué?
-Que te recordara uy, lo mucho que te quiere tu mami.
-Que me iba a doler ni qué carajo. Mi vieja… la vieja Prude es una malparida, está comprobado.
-Una chismosa de mierda en mi concepto-dice David, haciéndose el serio.
Libe no puede evitar sonreír.
-Ah, te ríes.
-Camina, hombre.
-Okey, pero dilo.
-¿Qué cosa?
-Lo que tienes en mente. ¿Prude qué?
-La verdad es que a mí no me gusta opinar acerca de la vida ajena.
-¡Oh!, eso es  válido, como madre, tu Prude no tiene…
-¡Camina, David!
-Camino. Tú qué dices, ¿será que nos bronceamos?
-Ya me broncié bastante, picando concreto.
-¿Picaste concreto, Libe?
-Pregúntaselo al de arriba.
-Ni modo, hermano, tú lo sabes.
-Al solazo, marica, estoy hablando del solazo.
-¿Te dio muy duro?
-¡Qué hijueputada!
-¿Y ahora?
-¿Ahora qué?
-¿Qué tal lo sientes?
-Estamos de paseo, ¿no?
-Sí, de paseo. Vamos a quedar bronceaditos, pero al estilo gringo.
-No se te olvide tomarme una foto.
-Fresco, lo voy a tener muy pendiente. 

Un paseo por las murallas I
Han vendido una porción. Por cualquier pendejada, seguramente.
-¿De dónde sacas eso, Libe?
-Te digo que ya la vendieron, orita la vas a ver. Sube.
-¿Vamos a subir por aquí?
-¿Cuál es el miedo?
David acepta el reto, ¡escalar las murallas de Cartagena!:-Quiubo, hueva-dice,  aferrándose a las piedras.
Libe intenta hacer lo mismo.
-Cuidado con ese verdín-le advierte David, ¡demasiado tarde!...
-¡Adiós, perra vida!
-Estás jodido, Libe, caíste como una papaya.
Libe permanece en el suelo un instante.
-Espera a que te llegue-dice luego, poniéndose de pie.
-¡Nos vemos en lo alto, hueva!
-¿Ah, sí? Ahí voy.
David no pierde el tiempo, sube, hábilmente, no es la primera vez que lo hace, ésa es la verdad: una tarde subió a elevar su cometa; otra, a lanzarle un besote a Nati, ¡Nati!...
-¡Hey, Libe, qué pasa!-exclama ahora, y enseguida-: ¡Fo, huele a mierda! ¡Aquí arriba huele a mierda!
-¿Me ayudas?
Libe está a punto de coronar, pero todavía sufre el muy torpe.
-¡Ayúdame, huevón!-le grita, extendiendo el brazo.
-¿No oíste? Acá apesta que da miedo.
-¡Pilas!
-Está bien; al que quiere mierda… ¡Arriba!
-¿Coroné?
-Coronaste, gracias a tu vale.
-Estoy en lo alto según tú.
-Me debes la vida.
Libe se deja caer:-Vergaja muralla.
-Págame, no te hagas el loco.
-Ahí tienes la lindura de paisaje, es toda tuya.
 -¿Con todo y mar?
-Ajá.
-¿Con todo y el Gloria?
-¿Crees que todavía sigo pensando en el bendito barco?
-Pensando no, soñando.
-Deja de montármela con eso, ¿quieres?
-Fresco, mira que tú no necesitas navegar, tú vuelas, eres un avión, ¡el más avión! Hasta la vieja Prude lo reconoce.
-Y júralo. No se le ha olvidado lo de la plancha.
-¿A quién se la robó?
-A una ricachona de Crespo.
-Pero fuiste tú el aprovechado.    
-La dejó mal puesta.
-¿Qué le dijiste?
-Eso, simplemente eso.
-Me imagino su berrinche.
-¿Berrinche? Tuve que perderme de la casa.
-Saliste a pasear.
-Ajá.
-¿Seguimos?
-Oye, dime la verdad, ¿te comiste a Yina?
-Créelo.
-¿Dónde?
-Por aquí cerquita, a ella le gustan las murallas, ¿no?
-Bastante. Pero cuenta, cuenta a ver.
-¿Qué quieres que te cuente?
-¡Cuenta, carajo!
-Pues a ver… la subí a un cañón.
-¿Qué?-Libe no puede aguantar la risa-¡Se maltrató las nalgas la muy zorra!-exclama luego, palmoteando.
-Chilló de lo lindo, hermano.
-¿Mucho?
-Lo suficiente.
-Bueno, me gusta que seas franco.
-Siempre lo he sido.
-¿Cuándo pasó?
-Yo estaba recién llegado del reformatorio.
-¡Nojoda, me imagino tu arrechera!
-Por lo mismo sonsaqué a Yina.
-Necesitabas una buena perra.
-Entonces, Libe, ¿es perra o es zorra?
-Yo qué voy a saber, dilo tú.
-Se portó bien, pasó todos los exámenes.
-Dime, perro culeón,  ¿te habías hecho mucho la paja, allá en el reformatorio?
-Bastante. Y una noche, te lo cuento a ti, me tocó tirarme a un cachaquito, para no pasar por marica.
-Qué mierda.
-Tú lo has dicho, mucha mierda...
-¡Guacala!
Entonces, ¿nos vamos?
-Oye, cuéntame, ¿te chiquiteaste a Yina?
-Tocaba, hermano-dice David, levantándose-, con la calentada que se pegó ésa.
-¡Me la imagino! Ayúdame, ven.
-¿Cómo se dice?
Libe se pone formal, demasiado formal:-Porfis, ¿sí?
-¡Arriba!
-Gracias.
-Te las acepto.
-Gracias por todo.
-¿Por todo?
-También por levantarle el traserito a Yina.
-¿Es verdad que a las chiquiteras se les levanta el culo?
Libe sonríe:-Te aseguro que Yina es de las que creen ese cuento.
-De las que lo dan por pura fe.
-Exactamente.
-El culito.
-Su culito.
-Su culito de zorra.
-De perra.
-De zorra-perra. Ese animal sí que quedaría bonito en una foto, ¿no?
-¿Estás pensando en una camarita súper moderna?
-Qué postal.
-¡Camina, carajo!

Un paseo por las murallas II
A Pablo Escobar le dieron ganas de volarlas, a sabiendas de que semejante ataque le dolería  a toda Colombia: ¡Dios mío, las murallas de Cartagena!
-He oído ese cuento, Libe.
-Es verídico. ¿Te imaginas el montón de piedras?
David sonríe.
-¿De qué te estás acordando?-pregunta Libe, deteniéndose.
-De nada. Mira, mira tú.
Se acerca un grupo de turistas.
-Son bastantes, ¿ah, David?
-Y extranjeros.
-Un montón. Tú qué dices, ¿voladas con turistas y todo?
-Quién quita, por joderle la vida a unos cuantos gringos.
-Ésos no son gringos.
-Tú qué  sabes, mírales el colorcito tan amonado que tienen.
Libe echa a andar en dirección de los monos…
-Espera, huevón-dice David, cerrándole el paso-, ¿no ves que esta vaina se está llenando también de policías?
-Mierda, sí. ¿Los tendrían escondidos en las bóvedas?
-Ven.
-Mira ésa.
-¿Esa qué?
-Déjate de huevonadas. Es digital, ¿ah?
-Digitalísima.
-Seguro que vale un platal, hermano.
-Ven, orillémonos. Encántate con el paisaje.
-¡Bonita cosa! Mejor sigo caminando.
-¿Viste tu barco?
-No; no lo vi. Y ya te dije: lo del Gloria es historia patria.
-¿Historia?
-Lo pensé un día, pero… pero ya… qué carajo, no me llama la atención. ¿Qué haces?
-Te estoy tomando la foto…
-¿Ah, sí?
-Le estoy tomando la foto a esa cara.
-Es la misma de siempre.
-Lo dudo.
-Deja de joder.
-Ya veremos cómo saliste.
-¿Es verdad que sabes manejar las digitales?
-Recuerda que yo soy necio.
-¿Vas a necearla? Mejor no.
-Oye, podrías mandar a retocar tu foto.
-¿Cómo así?
-Quitarte esas manchas…
-Y dale con mi cara.
-Y con la mía también… ¡Whisky!
 
Un paseo por la muralla III
Si uno quiere entrar allí y acomodarse a su gusto ¿lo dejan?
-No, por supuesto que no.
-¿Ves lo que te dije? Esa muralla ya tiene dueño.
-Esa porción, quieres decir.
-Ajá, la vendieron.
-Y no te avisaron.
-Fíjate que no.
-Mal hecho, ¿no te parece?
-Me parece.
-Los dueños son los monos, hombre.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Los clientes, míralos…
Los monos vienen sofocados, van a querer refrescarse, y de paso escuchar un poco de música, en la porción vendida. ¿Cómo se llamará ahora? Fino el negocio, para gente finísima, para turistas platudos. 
-Qué dices, David, ¿ah?, ¿te gusta la camarita del mono más mono?
-¿Estás loco? Hay tombos por todas partes.
-Hoy.
Hoy, claro, por la visita del presidente.
-Mañana será otro día.
-¿Qué hacemos?
-Pues yo no voy a esperar el brindis de esos hijueputas.
-¿Nos vamos caminando?
-¿Hasta Lemaitre?
-Hasta la India, huevón.
-Bueno, va. ¿Por aquí?
-Por aquí.
-¡Tú y tus benditas murallas!
-Te veré tomándoles fotos.
-¿Sí? ¿Qué más crees tú que voy a fotografiar?...
Un paseo por las murallas IV
Bonitas para una postal las pelotas del alcalde.
-¿Nada más las pelotas, Libe?
-Mira, otra camarita, ésa es de películas.
-Filmen, monos, filmen todo: Están paseándose ustedes por las murallas de Cartagena de Indias, las  murallas más
-Déjate de maricadas, David, qué quieres, ¿que empiecen a tirarnos moneditas? Yo no estoy para eso, que se las metan por el culo, yo le taponearía el culo de moneditas a cualquiera de esos mierdas.
David aprieta el paso, pensativo.
-¿Te estás acordando de la taponeada que le diste a Yina?-pregunta Libe.
-No.
-¿Entonces?
-Camina.
-¡Qué vaina!, ahora quieres andar a toda mecha.
David y Libe siguen caminando, en silencio. Empieza el ocaso, asoma otra postal.
-Oye, David-dice ahora Libe-, ¿quieres ser totalmente franco conmigo?... ¿Sí?
David se detiene, encara a su vale:-Por qué no, hermano-dice finalmente-Pero a ver, qué te digo, pude ser yo, o pudo ser Edwin. Los dos acorralamos al tipito, en el último puesto del bus, y dale tú que yo también le voy dando... por Nati.
-Te creo, vale mía.
David echa a andar:-¡Volvería a darle con gusto!-exclama-Por Nati, por ella.
“¡Pelotera en bus de Lemaitre!”… ¡Ay, Nati!: David amará siempre a Natalia, con todo su corazón, quedó bien pintado ese corazón…
-¿Estás viendo, Libe? ¿Qué tal?
-¿Dónde te lo hiciste?
-En el reformatorio. ¿Vas a tomarle una buena foto?
-Dalo por hecho, ese tatuaje vale más que todas las postales de esta perra ciudad.
La postal
Vaya, el mono que habla.
-¿Qué dice el hijueputa?
El mono levanta la cámara y habla otra vez: Foto… tomarnos foto… ustedes…
David no puede aguantar la risa.
-¡Mañana!-le grita Libe al gringo, andando-Y vamos a darte el chance de que tú nos tomes una fotico, mono lindo. Lo chévere sería posarle con los fierros aquellos, ¿ah, David?, a lo vaquero. Mañana, ya se verá.
-No tenemos para los pasajes, Libe, acuérdate.
-Toca inventar, viejo. ¿Sí o sí?
-Inventamos, qué carajo.
Hoy, mañana será otro día.
-¡Mañana, mono, mañana!
-¿Tomorrow? ¿Decir tomorrow? ¿Decir ustedes tomorrow?
Una cámara llamada Tomorrow
“…Seis pasajeros, qué desastre, y el bus permanece detenido a la altura del puente de Heredia. Sigue informándonos, Manolín, que acá estamos atentos, al igual que TODA la ciudad… Y bien, como les he venido informando, amables oyentes, amigos y amigas de esta su emisora preferida, el bus pertenece a la ruta Lemaitre-Centro, una ruta que, miren ustedes como son las cosas, está por desaparecer. Pero bueno, no ha desaparecido aún, y precisamente a uno de sus camastrones subieron los dos individuos de la noticia, después de robar la cámara, al sentir la persecución de la policía. Ay, muchachos, qué vaina con ustedes, corríjanse, por Dios. ¿Me oyeron? Yo sé que sí, estoy seguro de que el pobre chofer estaba escuchando el Noticiero del Pueblo, informándose como es debido, en el momento en que ustedes subieron al bus. Subieron y nosotros en el radio, en el dial, y eso no ha tenido variación, para qué cambiar de emisora, ¿ah, muchachos? Okey, escuchen ahora lo que tengo que decirles: no se compliquen más la vida, pelaos, dejen libre a los pasajeros y bajen ya de ese bendito bus, entréguense. Y a la doña que me llamó hace un rato para contarme que los conoce muy bien, a doña “Luz”, le ruego que se comunique con las autoridades, ellas están interesadas en su historia, porque bueno, la señora sostiene que hay un personaje por ahí que al parecer está celebrando su cumpleaños, que quiere tomarse sus foticos… A ver, hace un mes el tipo necesitó una tele, ¿y ustedes qué creen?, los pelaos le llevaron los muñequitos. Hace una semana el tipo necesitó un computador, ¿y ustedes qué creen?, los pelaos le llevaron la ciencia. Y bueno, lo de hoy… Insisto: el muy bandido está de cumpleaños, tenía en mente tomarse una foto de lo más espectacular. Ay, Cartagena, ¡tú eres heroica! Comuníquese con la Ley, doña “Luz”. ¿Me está oyendo? Yo sé que sí, al igual que ustedes, muchachos… Quiubo, pelaos, díganme, ¿ya pensaron bien las cosas?, mediten, analicen... ¿Cómo?, ¿qué estás diciendo, Manolín? ¡Pero hacia dónde se dirigen, por Dios!... Les confirmo el último dato, amables oyentes: los chicos han obligado al chofer a movilizar el bus, ¡se dirigen a Lemaitre! ¿A Lemaitre?... ¿Qué  pretenden? ¿Qué es lo que pretenden?...      
Fin
  


lunes, 8 de octubre de 2012

Un relato más o menos violento...

Publico ahora ´´El 50%´´, un cuento que escribí hace ya varios años, sólo he corregido unas cuantas cositas.  El estilo, muy distinto al de mis otros relatos, permanece. La historia es más o menos real, y más o menos violenta...
                                   El 50%
No, no se habían percatado de su presencia, ninguno de ellos.
¡Sal cachaco, no te escondas, miserable!, se oyó.
-Durísimo-señala Lobelo, el colmillo amarillento, el hilillo de siempre-. Créanlo-añade, con cierto aire de hastío-, daba para cagarse-. Me ca... Yo cago, tú cagas... Normal, ¿no?
Púa, que en el chiste no para de correr-Que los cumpla feliz/ que los vuelva a cumplir...-, se sobresaltó tanto que se le vio el brinco-¿Que los vuelva a cumplir hasta el año dos mil? Hasta el dos mil no, el dos mil ya es historia. Hasta el año tres mil, ¿verdad, Púa? Corre, bellaco, corre… Bueno, llegado el momento; por ahora, el sobresalto y punto.
¡Qué grito! Mejor: ¡qué estallido! Fue cuestión de un instante, cierto, pero ay, ¡sonó!
Les había removido el miedo: no olvidaban el rumor.
-Los rumores, aclara Chani, el cigarrillo en la mano, el problemita del pulmón en la radiografía del fondo del baúl.
¿Y quién replica? Roger, como siempre, morirá con ese vicio:-¡Y qué los otros!-exclama con desdén-Están más que acabados-añade, mientras los pobres diablos, bravucones de mierda, desfilan frente a sus ojos exhibiendo lo peorcito que tienen-No le teman al caracortada-precisa-témanle a quien lo cortó-; luego, sonríe-: ¡Los cortó!- y se da porte: Ay, nuestro hijo ilustre, ¡ilustrísimo! Pero bueno, todos soñamos de pequeños con alcanzar el solio de Bolívar. ¡Oh, la clase de historia patria!, ¡tan inspiradora!  Roger ensaya un suspiro-: ¡Oh, profe Rubiel!-y hasta abre el texto correspondiente: Bien, muchachos, ubiquémonos en la página quince: “Hijo bastardo de un rico hacendado, cuentan que de no ser por la férrea voluntad de su madre, una humilde lavandera del barrio El Progreso-sector Pastrana Borrero, Cagajón para la mayoría-, el chico jamás hubiera podido sobrevivir; ya en la escuela-qué ejemplo, muchachos-, se dedicó con gran tenacidad al estudio. Lamentablemente, las dificultades económicas lo obligaron a tomar otro camino… Con el tiempo, el devenir de ese camino-Dios es justo, muchachos-le brindó la oportunidad de ponerse al servicio de la patria: ¡Pum!, ¡Pum!... y sentirse finalmente recompensado, tan dispuesto a brindar por Colombia y su nuevo Mandatario: “Oye, mi vida, pregunta este huevón que si nosotros vamos a participar en la Celebración. ¡Me salió en verso!, ¡la puta mierda!, da risa. Anoche me pasó la misma cosa. ¿Saben qué me dijo el capitán? Que se me notaba lo mucho que me habían inspirado las elecciones, que podía imaginarse hasta donde iba a llegar yo el siete de agosto…” Lo cierto es que ahora, aunque al hombre suele entrarle a veces un poco de preocupación por culpa de sus kilitos demás, afirma sentirse muy fresco, tan fresco que se permite aconsejar a sus hombres, siempre que éstos van a visitarlo a la cárcel; que los parlea a lo Kalimán, asegura el señor Meléndez.
-Kalimán era su héroe-cuenta enseguida el viejo, hojeando, buscando… Por fin, ¡apareció la bendita frase!-“Serenidad y paciencia, muchachos”, les dice a sus pupilos, “¿acaso tengo cara de encerrado?”
Luego, la orden de turno. ¿Qué se decía? Que el Niño le había encomendado un trabajito a la más eficiente de sus cuadrillas: “La Propia” debía proceder a realizar ciertos cobros. Bastante especiales, recalcaban los del cuento, ay, Señor, por lo visto no es cuestión de plata, no.  Era necesario devolver la película; muchos hasta revivían, una y otra vez, ni modo, el último cruce de mirada que habían compartido con el tipo, y bueno, como lo único seguro era que Lámpara-el electricista, el que a su parecer se atrevió a mirarlo “maluco”-no iba precisamente a descender de las alturas celestiales con el propósito de aclararles si alguno de ellos había movido feo los ojos. ¡Lámpara no alumbraba! 
Volviendo al grito… Ningún estallido, ningún pum, nada de eso. ¡Qué galillo! Un galillo fino-¡Sal, sinvergüenza, no te escondas!-, finísimo, sin duda. Sí, se trataba de una mujer.
-Peliteñida ella-dice Lobelo. ¡Pura putería!, pensó, y por lo mismo siguió esculcándola.
-Robusta, caderona...-dice Chani, demostrando de paso que el cuentecito ese de que sólo le sirven las manos para mover las fichas del dominó, es una gran mentira; sabe moldear  ciertas carnes.
¿Y Roger?, ¿qué dice? Roger se ocupa del luto:- Negro, negro por completo-señala. ¡Vaya faldita!, pensó. El muerto al hoyo, y la viuda... ¿La viuda? Se había colado, con la intención de sorprender a Sarria, desde luego, por la puerta del patio.
¡Sal, malparido! ¡Mala paga!, prosiguió, agitándose.
¡Caramba! Era como para no creerlo: Sarria le estaba debiendo plata a la fulana; y qué mujer tan práctica, había decidido cobrarle de mañanita, y, para completar la nota, a punta de insultos:
…Ya oíste, rata, necesito mi billete.
Tesa la tipa, bien tesa. En todo caso, había que observarla con detenimiento…
…Vas a ver, huevón, vas a ver.
Malo eso, malo que se le diera por tratar así a un hombre. ¡A Sarria! ¡Increíble! ¿Acaso ignoraba que el cachaco era tan delicado como para emprenderla a tiros contra cualquier Lámpara? Delicado y más. Y aunque de momento prefería pasar por alto las miradas que sentía ofensivas a fin de no afectar sus aspiraciones políticas, convenía tener muy en cuenta los continuos apuntes que hacía en su agenda.
¡Sal, cobarde!, insistía la mujer. ¿Cobarde Plata Brava?-Plata al Veinte, según otros-Bueno, lo cierto es que Sarria solía demostrar fiereza a la hora de salir a cobrarles a los clientes morosos; se atrevía a gritar, insultar, ¡amenazar!, siempre a nombre de Inversiones El Tesoro, que ahí sigue, firme, progresando. Cabía preguntarse si su acreedora lo había visto en acción, y si tenía escondidito algún fierro, claro.
…¡Sal, mala paga! ¡Mal padre!
¿Mal qué? Ay, ¡qué risa! El lío, todos lo comprendieron, era un asunto de carácter intimo, una pelea de marido y mujer: Mal padre, había gritado la hembra. ¡Claro, hombre!, le parió un pelao al man, y a la fija su querido consorte se murió sin saber que se la había pasado criando un hijo ajeno.    
Chani se dolió:-Pobre tipo. Y si viera, ¡si viera!-El luto de su dama: triste y agobiante de la cintura para arriba-¡La estaba ahorcando!-, muy de la pobre señora a la que ya no le queda nada por hacer en este mundo; pero qué vaina, la dolorosa había decidido añadirle a toda esa pasión, toda una sirvenguenzura: ¡qué faldita!
Llamativa la hembrona, ¿ah?, dijo Lobelo.
Bastante: Buenas piernas, indicó Roger; Buen culo, concluyó Chani. Buenísimo ¡Y cómo lo exhibía! De modo que si realmente el muerto había sido su machucante oficial, bien podía continuar el infeliz en su nueva tarea: revolverse y revolverse en la tumba. ¡Qué viuda tan lanzada!
Lobelo la detalló a fondo: Carajo, deduciendo un poco… ¡Tremenda carga la que está soportando esa pobre viuda!, exclamó finalmente. Púa, en cambio, no alcanzó a escoger su parte: ¿Y ese pelao?, preguntó.
El chico-¡Mírenlo, sacó el color de Sarria!-, de unos ocho años, orejas grandes y peinado punk, con el uniforme del colegio pero a pie descalzo, estaba plantado en medio de la puerta que comunica el patio con el comedor del restaurante; no gritó, se limitó a hacerle señas a la mujer, apuntando siempre hacia fuera. La mujer se acercó a una de las mesas; luego, jaló una silla: ¡Eso es, cachaco, huye!-gritó, sentándose, sin perder de vista al chico, que no tardó en volver a recurrir a las señas. Su madre permaneció sentada-Tú verás, cachaco-señaló ahora, fresca-, corre, corre si quieres, ya veremos.
Chani se dijo: Qué show, el cachaco quiere escaparse, escaparse como cualquier padre irresponsable, eso hay que verlo. Corrió hacia la terraza y se asomó por la ventana que da al patio: Sarria, que no gustaba del sol caliente, se disponía a salir, ya había acomodado su moto frente a la puerta.
 ¡Corre, cachaco!, ¡Corre si quieres!, seguía gritando la mujer. Fue entonces cuando Chani escuchó la voz: Cuidado, mi amigo, cuidado con un plomo extraviado. Volteó a mirar; se trataba de un cobrador, el tipo cargaba las cartulinas, el bolígrafo y hasta la cachucha-el bolígrafo, un kilométrico negro, en la oreja-¿Lo raro? La risita, le había entrado una risita. ¿Cuál es el chiste?, se preguntó Chani.
-Después me dije: “No es de aquí.” Es demasiado moreno, tirando a negro. Además, ¿cuándo se ha visto que nosotros hablemos tan golpeado? Bueno, sigo. Qué furia la de Sarria. Optó por devolverse, con ganas de pelear, eso se veía; vaya trancos, y estaba rojo, bien rojo... ¡hecho el mismísimo Plata Brava! Fresco, cachaco, aguántate, mira que te aguarda una hembra, un hueco, otro de tus huecos, buen hueco.
En pelea de marido y mujer..., soltó Chani, mirando de reojo al cobrador, ¿usted qué dice, amigo? ¡Nadie!, exclamó éste, y claro, Chani hizo lo propio: ¡Nadie!
-Así fue, y no se burlen ustedes. ¿Acaso soy brujo?
No, no lo es; Chani tiene de todo menos de eso. Da risa, se dijo; ese par bien podría arreglarlo todo con un polvo de infarto.
¡Hasta que apareciste, mala paga!, se oyó entonces.
-“Y qué”, me dijo el tipo, “¿te vas a perder la pelea?”
Pero enseguida procedió a ajustarse el pantalón.
-Sin ninguna necesidad; quería mostrarme la cacha...  como le asomaba el bendito revólver.
Después, se encaminó...
-Ni lo vimos entrar-señala Lobelo-; estábamos concentrados en la pelotera de los dos amantes…
Ya en el comedor, Sarria, iracundo, le había dicho a su hembra: No tengo por qué darte plata, ¡ni cinco centavos!, ¡abusiva!
Claro que sí, el cincuenta por ciento-le dijo la mujer-. Es mi plata, ¡mi plata!-añadió, golpeándose el pecho.
¿Tu plata? ¿Acaso tú te la ganaste?-le replicó Sarria.
-Y en eso seguían-señala Chani-. Y yo diciéndome, “ahí está, ¡mujeres!, ¡las malditas mujeres!, su tarea es limpiarnos el bolsillo, y después ¡que te lleve el diablo, malparido!, ¡vete al quinto infierno!
Seguían: ¡Mi cincuenta por ciento!, gritaba la hembrona, ¡Abusiva!, le replicaba su media naranja. Y la pelotera resultaba tan graciosa que el cobrador, sonriente, acomodado en una de las mesas de la entrada, no se perdía  una palabra, ni un gesto, nadita. Pero la mujer ya no quería seguir peleando: Listo-dijo, levantándose, y enseguida le apuntó a Sarria-: Ahora sí te jodiste, empieza a hacer cruces, miserable.
Sarria la hociqueó por completo: ¡Estás chiflada! ¡Ni un centavo! ¡Allá tú!
Pues qué pena-exclamó la mujer. Y luego, retahíla de por medio, disparó: ¡Te acabaste, cachaco!, ¡escríbelo! Vas a ver, sinvergüenza, ahora mismo voy a contarle a todo el mundo lo mala clase que eres. ¡Rata!
Y echó a andar, tan maciza, tan buenota ella, en dirección de la puerta…
Y Chani procedió a seguirla; Chévere el disfraz, se dijo, observándola con detenimiento, saboreándose de antemano, convencido de que iban a resultarle requete chistosos sus cuentos de mujer dejá, dejá con un hijo y sin un peso.
-Y bueno, una vez en la calle, la mujerona se fajó a gritar, de no haber sido por el plomazo todavía estuviera en esas. Vean, sonó el disparo y enseguida me volvió a la mente la risita del cobrador; pero éste me decía ahora, “sígueme, ven...”, sonriendo igual que antes.
A ver, la mujer gritó y gritó, pero qué, ¿ah?, total, ya se sabe que el cobrador le pegó un tiro a Sarria-Sigue, belleza, sigue maltratando a las damas-y que Roger y los otros salieron disparados del restaurante al cabo ratico, el vida fácil de Púa dispuesto a no frenar.
“¿Qué gritó la mamazota?”, se oye,  “¿qué?”, “¡¿qué?!”
-Cálmense, ya les cuento-dice Chani, humeando.
Pero nadie se aguanta: ¡Deja la fumadera, huevón!
-Y dale con eso. Es el mismo cuento de estos dos, parece mentira.
¡Suelta el vicio!, le dijo Lobelo; ¡Apaga a esa mierda!, Roger. Ya lo habían alcanzado, ya estaban prestos a escucharle, ¿qué esperaba? 
Siguieron insistiendo, acelerados:
¿Quién es?,  ¿quién es el tipo?
 ¿Me estás reparando, belleza?, ¿ah?...
¿Pateaba Sarria a la hembrona?, ¿sí?
Soy talla cuarenta y tres, belleza. ¿Cómo te parece?
Entonces, ¿qué estaba debiendo el cachaco?,  ¿qué?
Pregunta, belleza, pregunta... 
Sépanlo: a la ‘‘belleza’’… a Sarria lo quebraron por vivo.
...Vivísimo el desgraciado ¡Paga, cachaco! ¡Paga, miserable!
Entérense: Sarria fue uno de los tantos personajes que se vincularon a las campañas del Niño, según lo estipulado por el hombre: Que sean $2.000.000  por c/uno, en 2 cuotas
...El malparido hizo el primer aporte, y por supuesto, detalló a su candidato. ¿Se acuerdan de Maradonita, el mariguanero que se la pasaba metido en la cancha? Sarria fue preciso, muy preciso. Súmenle a eso la paliza que le dieron al pequeño Sarria, esa fue la ñapa. Qué tal, Sarria el grande se atrevió a pedir la ñapa, como quería ajuiciar a su heredero, sacarle de la cabeza a Zuli, la putica aquella, la del Shangai. Pidió que le dieran su buen susto, para que dejara de meterse en malos sitios, de babearle a una zorra. Según él, ese caprichito le estaba dañando la imagen a la familia. ¡El muy doctor aspira a volverse concejal!
Que lo haga, pero eso sí, primero va a tener que pagarme lo que me debe.
El 50%, el saldo del arreglo.
… ¡Mala paga! ¡Págame!
A ver, ¿por qué a ella?, ¿por qué?
....Acuérdate, cachaco,  ¡me debes un palo!
Chani intenta reír.
-Ja-Ja-Ja-exclama finalmente-.Dan ganas de reírse, no lo niego. Me reí, no pude aguantarme.
Muy cierto, festejó: ¡Qué suerte la de Sarria! Que le pague a la hembra, que le eche el polvo, un polvo de infarto, ¡qué palo! Festejó, pero ahora:-Ojo, que nadie se ría, nadie, guarden las risas para cuando se nos antoje caerle de lleno a la carrerota de Púa y ahí mismo aparezca el chiste. Bueno, les cuento. ¿Por qué el cachaco tenía que pagarle a la hembrona?
Sépanlo: La tipa es prima del Niño
…¡Prima hermana!
Y la viuda del Locario.
…¡También! Ay, primo, tú lo lloraste, lo lloraste mucho.
Al Niño le dolió la muerte del Locario, sí.
 ¿Te suena eso, cachaco? Me lo contó él mismo, allá en la cárcel, porque es verdad que fui a visitarlo, ¿oíste?
En busca de apoyo: Alfredito no puede estar comiendo cualquier cosa, primo, no es justo.
El Niño, la sangre llama, se animó a ayudarla:-Qué casualidad, family, ahorita mismo estaba pensando en un negocio que puede cuadrarte.
...Me dijo: “Cóbrale a Sarria. Ve, tienes mi autorización; esa plata es tuya, mi prima.” ¡Págame, cachaco! ¡Págame, miserable!...  
FIN





lunes, 13 de agosto de 2012

Poema dedicado a todos los que siguen matando a Jaime Garzón...
Sólo un puñado
Muerto yaces, bellaco
podemos  reír en paz
nuestra carcajada no es noticia
porque noticia es tu sangre, je, je
¡viva Godofredo Cínico Caspa!
Coro
Más allá de las risas que nos causaste
                                             no hay muerte: la verdad es eterna
                                             más allá de todos tus muertos
                   sobrevive un país en el que la vida no vale nada.

¿Nada? Imposible, matemáticamente imposible
somos 44 millones los buenos
¡oh, júbilo inmortal!
y sólo un puñado los malos
¡el bien germina ya!
porque el que ríe de último, Jaime…
Coro
                                           Más allá de las risas que nos causaste
                                           no hay muerte: la verdad es eterna
                                           más allá de todos tus muertos
                                           sobrevive un país en el que la vida no vale nada.
  



jueves, 19 de julio de 2012

Un caso social

El cuento que sigue lo escribí inspirado en una vecina mía. Aún vive la pobre.
Un caso social
¿Debió olvidarse del asunto la señora Carmen?
La cierto es que estaba muy decidida. Ay, Señor, que tal eso de acabar con el lavadero sólo para que yo no pueda encargarme de la ropa de los nenes, ¡de la ropita de sus nietos! Qué  manera de atormentarnos, de hacernos la vida imposible a todos, razón tienen Tere y Carlos Alberto al no querer pisar esta casa.
-Los malagradecidos no vienen por aquí pero tú de pendeja te matas lavándole los trapos a sus engendros.
-Como quieres que nos visiten, Robe, si a ti…
-¿A mí qué?
No iba a detenerla, no, señor, y Carlos estaba más que dispuesto a impedir que su padre la agrediera.
-No voy a dejarlo entrar, llamaré a la policía en caso de que sea necesario.
-Por favor, mamá, reaccione, ¡son treinta años!
-¿Tú crees que yo no quiero, Tere? Ya te dije, yo quiero.
-Dígale que viene a traer la ropa; después que usted este acá, asunto arreglado.
Sí, ya en Los Jardines…
-¿Qué tienes que ir a hacer a ese maldito barrio?
-Acuérdate de la ropa, Robe, tengo que llevársela a los nenes.
-Y dale con los nenes. Procura atender a tu marido, más bien. Subo al baño, pero no me demoro; tengo que estar en el Centro antes de la una.
¿Por qué no baja aún? ¿Habrá captado algo?
-Espero que me hayas entendido, Carmen: NO-ME-DEMORO... ¿Qué ves? No creo que me estés reparando las pelotas.
Las pelotas de papá, estas son las pelotas de Papá. ¿Y por qué Papá anda así? Porque  Mamá es una lerda, es lerda y sonsa, todavía no aprende a tenerme la ropa como Dios manda. Ojalá que a ti no se te dé por parecerte a ella, Tere; si tienes esa intención, pues prepárate, tu maridito, el que te toque, te va a dar durísimo, y con justicia, te lo aseguro. Yo no saldría a defenderte.
¿Defenderla?, ¿como a mí?    
-Verás lo que hice después, Carmen. Llamé a los otros taxistas de la estación y entre todos rodeamos al tipo, lo bajamos del carro y le dimos su buena paliza. Seguro que está arrepentido de haberte insultado.
-Fue a ti a quien insultó primero, Robe, como te pusiste a cerrarle la vía.
-¿Qué te pasa? Le cerré no, le cerramos. ¿Okey?
-Sí, Robe, sí.
Sí si él cree que debo decir sí, no si él cree que debo decir no. ¿Baja?
Estaba bajando, ¡con los dos bolsos! Ay, Señor.
-Conque te quieres escapar, ¿ah? ¡Malagradecida! Claro, tienes a tus hijos de consejeros. Pero vamos a ver, quiero ver cómo te las ingenias para salir de esta casa.
¿Debió olvidarse del asunto la señora Carmen?
Estaba decidida, muy decidida, era otra:-Por ahí-dijo.
-Por ahí qué.
-Por ahí voy a salir, por la mismísima puerta.
El señor Roberto soltó los bolsos:-¿Ah, sí?
La señora Carmen se dio la vuelta y echó a andar…
-¡Muerto yo!-alcanzó a oír.

Qué cosa, hombre, Robe lo había hecho. Bueno, según él.
-¿Estás seguro? ¿Completamente seguro?
-Se partió la cabeza, Eloy, con el borde de la ventana.
Con el borde de la ventana, ya, la atolondrada de Carmen… Las dos se arreglaron el pelo anoche, y apuesto a que con arrebato incluido. ¿No se mueve, Robe?...
-¿Dices que no se mueve? ¿Estás seguro?
-Me oíste bien: está tiesa, bien tiesa la maldita.
Vaya, vaya.
 ¿Me estás oyendo, Eloy?
-Sí, claramente.
Las peluqueó el mariquita de Jefrey, el de la Stylos. ¡Quedaron hechas unas mellas!
-Necesito que me ayudes, Eloy. ¿Qué dices, vale mía?
-¿Que te ayude, Robe?
El señor Roberto soltó un suspiro muy especial: seis meses atrás Eloy había tenido un enfrentamiento con cierto pasajero; el tipito se negó a pagarle lo justo, lo convenido:
-Le pago completo si me deja en la puerta de mi casa.
-Ya te dije que no voy a entrar al barrio, la calle está llena de huecos.
-Entonces tome, no tiene derecho a quejarse.
Eloy recogió la barra de hierro que mantiene a su alcance. Si vieras, Robe, se me pasó la mano... ¡Qué porquería! ¿Estás ahí, mi vale?
-Tienes que ayudarme, Eloy.
Eloy escupió, recordó… aquella cabeza, lo del hueco:
-Entonces qué-le preguntó Robe, la pala en la mano.
-Empieza tú, anda.
-Va, le doy.
-Se lo merecía el muy chucha.
-Claro que se lo merecía, Eloy.
-¡Maldita chucha!
Maldita, sí… maldita la atolondrada de Carmen… ¡malditas mujeres!
-¿Me oíste, vale mía?
-Te oí, Robe, te estoy oyendo.
-¿Dónde estás?
-Ya voy, ya te caigo.
Eloy le echó una última ojeada a las peluquerías: qué montón de maricas. Los centros comerciales se están llenando de maricas, la ciudad se está llenando de maricas, los maricas se están llenando de plata, se han vuelto exigentes… ¿Qué pretendía el cabezón hueco profundo? ¿Qué lo llevara sano y salvo hasta su camita? ¡Porquería grande!

El señor Roberto decidió esperar a que apareciera Eloy. ¿Y si le daba la vuelta a la vergaja?
-Tenga cuidado, papá, puede estar viva.
-Cómo se te ocurre, Tere, le di su buen totazo.
-No se confíe, nunca hay que confiarse.
-¡Mierda!
-Se lo dije. ¡Menos mal que no lo mordió!
Se escapó la maldita, ni modo… querías irte a vivir con los engendros esos, ¿ah, Carmen? Qué estupidez la tuya.
Sonó el teléfono.
-¿Llamaste a alguien, sonsa?
El teléfono repicaba y repicaba.
-Cógelo,  Carmen.
-Cógelo tú, Robe, ¿no ves que estoy ocupada?
-¿Haciendo qué? ¡Cógelo imbécil!
El teléfono seguía repicando, de modo que el señor Roberto se vio obligado a correr hacia el multimueble.
-¿Aló?
-¿Dónde está Carmen? Dime.
Se trataba de Consuelo, de esa entrometida.
-¿Aló?, ¿me estás oyendo, Roberto?
-Claro que te estoy oyendo. ¿Qué quieres?
-Te pregunté dónde está Carmen.
-Me imagino que salió para Los Jardines, a llevarle la ropa a sus nietos. La verdad es que yo acabo de llegar.
-En Los Jardines no está.
-¿No? Seguro que todavía va en camino.
-Lo dudo.
-¿Cómo dices?
-No te creo, Roberto.
-¿No crees qué?
-La obligaste a quedarse, ¿verdad?
¡La muy maldita estaba enterada de todo!
-Lo hiciste, estoy segura.
-No sé de qué hablas. Ya te dije que salió, que no la encontré aquí.
-No inventes, Roberto.
-Allá tú, piensa lo que se te antoje.
-Voy a seguir investigando, ¿oíste?
-¿Investigando qué? ¿Aló?
¡Colgó la muy miserable!
Ahora estaba sonando el timbre. ¿Había llegado Eloy?

Tenía ganas de verla, por eso corrió enseguida hacia la ventana…
-Se dio duro, Robe, eso se ve.
-Por estúpida.
-¡Mujeres!
Qué cosa con las mujeres. ¿Otra ojeada? Cómo no, tenía que enfocar el corte… ¡la Stylos!
-Bendito corte.
Los mariquitas se la pasan inventando cortes de pelo; cortes amanerados para los hombres, cortes de machorras para las mujeres… las dos se habían hecho el corte del mes. ¿Por molestar?
-Pilas, Robe, apurémonos.
-Oye, tengo que decirte algo.
-Ven, hombre, movámosla.
-Llamó Consuelo, no hace mucho.
Eloy soltó el cuerpo.
-¿Qué quería? ¿Qué te dijo?
-Ya te lo diré. Tú tienes razón, tenemos que apurarnos.
-¡Qué te dijo, carajo!
-Que está investigando.
-¡Vaya!
-Pilas, Eloy. Menos mal que se me ocurrió guardar el carro en el patio.
-Está bien, carguémosla. Pero sigue contándome,  ¿qué más te dijo Consuelo?
-Imagínate, ésta la tenía al tanto de su plan.
-¿Ah, sí?
Levantaron el cuerpo.
-Cuidado con la ventana, Eloy.
-¿La manché?
-No. Bueno, manchada está.  
-Pero poquito, no te preocupes.
Te hizo un gran favor Roberto de la Concepción… el filo de la ventana.

El señor Roberto le echó una última ojeada al piso.
-A mi me parece que quedó bien, Eloy. ¿Tú qué dices?
-Cómo nunca, diría yo.
Sí, estaba demasiado brillante, ¡el amo de casa se  había pasado de calidad!
-¿Qué tanto trapeas, Carmen?
-Tengo que hacerlo. Y por favor, quítate los zapatos, te lo ruego. 
-Olvídalo, no vengas a darme órdenes.
-¡Por favor, Robe, me he pasado toda la mañana limpiando el bendito piso!
-No me digas. Te aseguro que no se le nota tu ajetreo, ¿oíste?, por ninguna parte. Además, para qué lo limpias tanto si nadie viene a visitarnos, ni siquiera tus hijos. ¡Deja ya ese trapero, idiota!
-Pues no, el piso tiene que quedar bien.
-¿Bien?
-Bien; es mi obligación que se vea bien, ¿no?
Tu obligación era permanecer aquí, al lado de tu marido. Pero qué joda, querías largarte.
-Vámonos, Eloy.
-Okey. Pero déjame echar primero una meada. ¿Qué pasa?
-Creo que viene alguien.
-¿Estás seguro?
Sonó el timbre.
-¡Mierda!
-Cálmate, Robe; puede servirte de mucho que se trate de uno de tus vecinos. Eso sí, asegúrate de darle a entender que Carmen salió, que no está aquí.
-Claro, eso es lo que debo hacer.
-Voy meando, ¿oíste?
-Fresco, yo miro.

¿Limpio y oloroso?
-El aseo de una casa se mide por el estado en que se encuentra el baño.
-Ya te entendimos, Carmen, deja la lata.
-Qué inmundicia, está todo sucio, ¡y hediondo a orín!
-Cállate, ¿quieres?, no me obligues a darte tu buen tatequieto.
-Traga y traga cerveza, para luego volverme el baño una porquería.
-¡Qué te calles, carajo!
Le dio su totazo, y con justicia. ¿Apunto? Eloy apuntó… bien, muy bien, el chorro cayó dentro de la taza. Nunca fallaba, ni siquiera estando borracho. ¿Qué le pasaba a Roberto?...
-¡Qué sí, bruta, que sí!
Bruto él; no le convenía gritar, no le convenía armar escándalo.
-¡Bruta y chismosa!
-Deja de gritarme, patán…
Carajo, esa voz… esa voz…
-…yo no soy Carmen, Roberto, yo no soy Carmen.
No, Carmen no… ¿No? ¡Carajo! Eloy se sacudió la verga con rabia, pringándolo todo. Después sufrió por culpa de la bragueta, ¡no le servía la corredera!, ¡maldita suerte!... ¡malditas mujeres!, sólo viven para el chisme. Ya en la sala, se permitió un grito:-¡Cómo se nota que no tienes oficio en tu casa!
Consuelo, plantada aún en medio de la puerta, se extrañó:-¿Qué haces tú aquí?
Eloy dio un paso más. Le reparó el corte, con detenimiento: ¡Qué machorra! ¡Vivo con una machorra!
Consuelo notó el inspeccionamiento, pero prefirió pasarlo por alto.
-Entonces, Eloy-dijo, las manos en la cintura-, ahora te la pasas todo el tiempo con tu amigote o qué, cuéntame.
Eloy optó por ser amable:-No te quedes ahí, Conchi, entra para poder explicarte todo… para que podamos explicarte todo…
Consuelo quedó intrigada.
-Bueno, toca ver de qué se trata-dijo, entrando, pasándose la mano por la cabeza, por el corte...
Fin
         
.

domingo, 29 de abril de 2012

Un cuento ´´futbolístico´´...

Publico un nuevo cuento de la Selección ´´Manténgase fuera del alcance de los niños´´. En el aparece un Personaje-Pensamiento, Personaje que seguramente ustedes sabrán identificar...

Con salvajismo o sin salvajismo?
      El árbitro: A ver, nenas, yo tengo una cita, voy a dejarles reglamentado el partido.
                                          Qué dicen ¿con salvajismo o sin salvajismo?

-Descríbelo, Camilito, por favor-insisten en pedirle. Alguien gruñe, el chistoso que nunca falta; según su idea, cabe pensar en un ser horriblemente peludo, con una boca grande y repleta de dientes. Pero no, no se trata de un ogro... Tranquilo, nené-recuerda el pelao-, se acabó, compón esa carita. ¿Nadie, doctora? Qué te he dicho, nené, ¿ah? ¡Nadie!, siente Camilito; sin embargo, voltea a mirar a la doctora Patri: ¿Les cuento?
Cuéntales.
¿Seguro?
No te preocupes, cuéntales.
Bueno, si usted me dice que les cuente…
<<...Me lo había advertido, con el cinturón en la mano: “Vas a ver, mierdita, te voy a sacar sangre, ¡sangre!” Y viene y me encuentra jugando en el campito. La verdad es que yo tenía pensado irme, por aventurarme y ganar plata, pero lo que me impulsó a hacerlo ese día, precisamente ese día... Ya ustedes lo saben. Se acelera con mucha facilidad, eso es cuento repetido. ¿Que si me hizo falta?...>>
Y la noticia sigue circulando… La otra, se oye, acuérdense de la otra. Se refieren a la otra página: ME MALTRATABAN MUCHO, POR ESO ME VOLÉ: CAMILITO.
<<...Que Colombia iba a golear a Argentina, decían los de mi grupo. ¡Qué no!, gritaban enseguida los que combatían con Fernán, que no y que no, que lo del cinco a cero ya era historia patria. Y yo alejándome, con ingenio, claro… De pronto, ¡gol de Colombia! “Qué suerte la mía”, me dije, porque yo sabía bien que los otros se iban a poner a festejar, y también a discutir, para después pegarse más a la pantalla, eché a correr a toda máquina, no hubieran podido alcanzarme. Bueno, con un tiro sí, pero ni modo, seguían pendientes de los tiros de Colombia. Y ¡faltaba lo mejor!... Sí, descubrí a los infantes, montaña arriba, parecían hormiguitas… ¡Pero les llegué en un santiamén! Gané, supe ganar… ¿El castigo? Calculen ustedes: Primero el juicio, después la levantada a plomo; ellos dicen que la revolución no perdona a los desertores. La cuestión es que a mí no pudieron capturarme, ¿no?>>
Uno de los reporteros acaba de hacer un descubrimiento, en las piernas del chico, a la altura de los muslos…
-¡Qué salvajismo!
-Me quedaron… ya ustedes lo saben, lo de la sangre.
¡Sangre!... marcas. Pero ni una marca más: Nadie volverá a lastimarte, nené. ¿Nadie, doctora Patri? Nadie, hijo.
El man del ejército está hablando con un tipo de la prensa internacional, con un mono, el entrevistador no es simplemente un cachaco. Nos llegó la fama, de un día para otro, eso dicen por aquí. Pregunte, mono, pregúntenos todo lo que quiera. ¿Todavía no? Obvio, sigue entrevistando al pintao. ¿Senci qué?
-...Sensibilizarse, el país tiene que sensibilizarse. Casos como éste nos dejan… en verdad, nos dejan…
El pintao no encuentra la palabra, no la encuentra… la encontró, al fin, ya tiene el tema debajo de la bota. Ahora le salen las palabras con tanta facilidad, las palabras, menos mal. ¡Qué chorro! Ay, chistoso, si tú… ¡Cobarde!    
-…Completamente alejado de esos bandidos-prosigue el pintao-. Tenemos que pensar como  familia. La familia colombiana… ¿Cómo dice? ¡Por supuesto! Son unos criminales, los verdaderos enemigos de nuestro país. 
De pronto, se oye un coro: ¡Qué maldad!
Balones, ha dicho Camilito. Armas hechizas, señala uno de los reporteros, muy sabihondo él. ¿Con el balón en las manos? Puede decirse que sí.
-…Sí, de plástico-prosigue el pelao-, son los que se usan, nos daban de ésos. Primero los abríamos con un cuchillo, con un cuchillo igualito a los de la cocina; después los rellenábamos con explosivos, puntillas, tuercas, vidrios, pedazos de metal...
Cualquier elemento que pueda servir como proyectil, indica el sabihondo, revisando él, revisando; luego, prosigue, maniobrando él, maniobrando, cierran el plástico y lo recubren con brea, a la que también le pegan una buena cantidad de puntillas.
-...Para acabarlos, le poníamos la mecha.
Mecha lenta, remata el sabihondo;  a continuación, levanta la mano. 
-Cuéntanos, Camilito, ¿cuál era el siguiente paso?
¿El paso? ¡Le ha pasado el balón al pelao!
La doctora intenta advertirle algo a Camilito, pero el muchacho se apresura a responder…
¡Gol!, exclama alguien, muy al fondo, el caballero de las haciendas y los campamentos. ¿Volverán a entrevistarlo? ¿Estará dispuesto a hablar? Siempre que la nación lo estime conveniente, suele decir. Ya, pues, llegó la hora:
-¿Estaba usted pensando en Colombia, caballero?... Hace un instante, quiero decir.
-Pues sí, en Colombia, como de costumbre.
-¿En la Selección?, estoy hablando de nuestra Selección de Fútbol. Disculpe usted, parece que no me di a entender.
-Salió goleador.
-¿Cómo dice?
-Goleador nato.
-¿El pelao?
-Lo dice la Biblia: se verá lo que nunca se ha visto. Bueno, a cuidarse, caballeros.
-¿Se va?
-Sí, antes de que empiece el maldito lagrimeo.
-Hay demasiadas mujeres, ¿cierto?
-Las mujeres son lo de menos. Miren, ustedes, bonito show…
El pelao ha sabido acaparar la atención de toda la prensa.
-Qué show.  ¡Cómo si se tratara de una estrella!
-¿De un Ronaldiño?
-Es el colmo, una desgracia, una completa desgracia.
-Dicen que tiene talento, que juega bien.
-Y apunta a la cabeza, cómo no.
Igual que el bombardero Iván René Valenciano: a la cabeza de los arqueros: ¡Golazo!
-¡Bang!
-¿Se va?
-Me voy.
Alejando. Pero sin dejar de pensar en Colombia. ¿Verdad, caballero?
-El triunfo será nuestro.
-Bueno, dicen que ya hemos desarrollado un estilo. Yo sostengo que nuestro estilo era cosa del Pibe Valderrama. Dígame,  ¿hasta dónde cree usted que puede llegar la nueva sangre del fútbol colombiano?
-¡La sangre! La sangre, sí, pero a lo bien.
-¿Acelera usted?
Cómo no, se le nota. Mientras tanto, sigue la noticia…
 -…El mal trato, correcto-está diciendo Camilito. Y vuelve a gruñir el chistoso.
-Los verdaderos enemigos de  Colombia-insiste el man del ejército, pegado al mono.
-¡Maldito show!-se alcanza a oír.
El muchacho no tiene nada de estrella, cierto, pero qué sensación la que está causando: nos ha caído otro  vendedor, ¡otro! Según él debemos refrescarnos lo suficiente: Vienen por ahí unos personajes que seguro van a querer sacarle hasta las tripas al vergajito ese. El cuento es largo, damas y caballeros… ¡Guarapo!
-… ¿El guarapo? Sí, me gusta, gracias... ¿Extrañar? Bueno, aparte de mi casa, el campito, extrañé mucho el campito, bastante. Me han dicho que lo borró la creciente del arroyo, fue lo primero que me dijeron cuando llegué aquí, pero eso no me preocupa, no es la primera vez que pasa, pasa todos los años, y todos los años lo arreglamos, y adivinen, ustedes, siempre volvemos a bautizarlo, ya le hemos puesto varios nombres, la Bombonera, el Maracaná... Yo, dentro de mí, le digo el Romelio, porque verán, soy hincha del Júnior, y según mi viejo el Júnior del Romelio era una berraquera, muy distinto al de ahora, llegó a tener un invicto de cuarenta y ocho partidos en ese estadio... Sí, mi papá, me lo contó ¡con un orgullo!...  ¿Qué si le gusta el fútbol? También a él le pegaron sus buenos cinturonazos,   yo lo sé, lo sé bien…
FIN