lunes, 8 de octubre de 2012

Un relato más o menos violento...

Publico ahora ´´El 50%´´, un cuento que escribí hace ya varios años, sólo he corregido unas cuantas cositas.  El estilo, muy distinto al de mis otros relatos, permanece. La historia es más o menos real, y más o menos violenta...
                                   El 50%
No, no se habían percatado de su presencia, ninguno de ellos.
¡Sal cachaco, no te escondas, miserable!, se oyó.
-Durísimo-señala Lobelo, el colmillo amarillento, el hilillo de siempre-. Créanlo-añade, con cierto aire de hastío-, daba para cagarse-. Me ca... Yo cago, tú cagas... Normal, ¿no?
Púa, que en el chiste no para de correr-Que los cumpla feliz/ que los vuelva a cumplir...-, se sobresaltó tanto que se le vio el brinco-¿Que los vuelva a cumplir hasta el año dos mil? Hasta el dos mil no, el dos mil ya es historia. Hasta el año tres mil, ¿verdad, Púa? Corre, bellaco, corre… Bueno, llegado el momento; por ahora, el sobresalto y punto.
¡Qué grito! Mejor: ¡qué estallido! Fue cuestión de un instante, cierto, pero ay, ¡sonó!
Les había removido el miedo: no olvidaban el rumor.
-Los rumores, aclara Chani, el cigarrillo en la mano, el problemita del pulmón en la radiografía del fondo del baúl.
¿Y quién replica? Roger, como siempre, morirá con ese vicio:-¡Y qué los otros!-exclama con desdén-Están más que acabados-añade, mientras los pobres diablos, bravucones de mierda, desfilan frente a sus ojos exhibiendo lo peorcito que tienen-No le teman al caracortada-precisa-témanle a quien lo cortó-; luego, sonríe-: ¡Los cortó!- y se da porte: Ay, nuestro hijo ilustre, ¡ilustrísimo! Pero bueno, todos soñamos de pequeños con alcanzar el solio de Bolívar. ¡Oh, la clase de historia patria!, ¡tan inspiradora!  Roger ensaya un suspiro-: ¡Oh, profe Rubiel!-y hasta abre el texto correspondiente: Bien, muchachos, ubiquémonos en la página quince: “Hijo bastardo de un rico hacendado, cuentan que de no ser por la férrea voluntad de su madre, una humilde lavandera del barrio El Progreso-sector Pastrana Borrero, Cagajón para la mayoría-, el chico jamás hubiera podido sobrevivir; ya en la escuela-qué ejemplo, muchachos-, se dedicó con gran tenacidad al estudio. Lamentablemente, las dificultades económicas lo obligaron a tomar otro camino… Con el tiempo, el devenir de ese camino-Dios es justo, muchachos-le brindó la oportunidad de ponerse al servicio de la patria: ¡Pum!, ¡Pum!... y sentirse finalmente recompensado, tan dispuesto a brindar por Colombia y su nuevo Mandatario: “Oye, mi vida, pregunta este huevón que si nosotros vamos a participar en la Celebración. ¡Me salió en verso!, ¡la puta mierda!, da risa. Anoche me pasó la misma cosa. ¿Saben qué me dijo el capitán? Que se me notaba lo mucho que me habían inspirado las elecciones, que podía imaginarse hasta donde iba a llegar yo el siete de agosto…” Lo cierto es que ahora, aunque al hombre suele entrarle a veces un poco de preocupación por culpa de sus kilitos demás, afirma sentirse muy fresco, tan fresco que se permite aconsejar a sus hombres, siempre que éstos van a visitarlo a la cárcel; que los parlea a lo Kalimán, asegura el señor Meléndez.
-Kalimán era su héroe-cuenta enseguida el viejo, hojeando, buscando… Por fin, ¡apareció la bendita frase!-“Serenidad y paciencia, muchachos”, les dice a sus pupilos, “¿acaso tengo cara de encerrado?”
Luego, la orden de turno. ¿Qué se decía? Que el Niño le había encomendado un trabajito a la más eficiente de sus cuadrillas: “La Propia” debía proceder a realizar ciertos cobros. Bastante especiales, recalcaban los del cuento, ay, Señor, por lo visto no es cuestión de plata, no.  Era necesario devolver la película; muchos hasta revivían, una y otra vez, ni modo, el último cruce de mirada que habían compartido con el tipo, y bueno, como lo único seguro era que Lámpara-el electricista, el que a su parecer se atrevió a mirarlo “maluco”-no iba precisamente a descender de las alturas celestiales con el propósito de aclararles si alguno de ellos había movido feo los ojos. ¡Lámpara no alumbraba! 
Volviendo al grito… Ningún estallido, ningún pum, nada de eso. ¡Qué galillo! Un galillo fino-¡Sal, sinvergüenza, no te escondas!-, finísimo, sin duda. Sí, se trataba de una mujer.
-Peliteñida ella-dice Lobelo. ¡Pura putería!, pensó, y por lo mismo siguió esculcándola.
-Robusta, caderona...-dice Chani, demostrando de paso que el cuentecito ese de que sólo le sirven las manos para mover las fichas del dominó, es una gran mentira; sabe moldear  ciertas carnes.
¿Y Roger?, ¿qué dice? Roger se ocupa del luto:- Negro, negro por completo-señala. ¡Vaya faldita!, pensó. El muerto al hoyo, y la viuda... ¿La viuda? Se había colado, con la intención de sorprender a Sarria, desde luego, por la puerta del patio.
¡Sal, malparido! ¡Mala paga!, prosiguió, agitándose.
¡Caramba! Era como para no creerlo: Sarria le estaba debiendo plata a la fulana; y qué mujer tan práctica, había decidido cobrarle de mañanita, y, para completar la nota, a punta de insultos:
…Ya oíste, rata, necesito mi billete.
Tesa la tipa, bien tesa. En todo caso, había que observarla con detenimiento…
…Vas a ver, huevón, vas a ver.
Malo eso, malo que se le diera por tratar así a un hombre. ¡A Sarria! ¡Increíble! ¿Acaso ignoraba que el cachaco era tan delicado como para emprenderla a tiros contra cualquier Lámpara? Delicado y más. Y aunque de momento prefería pasar por alto las miradas que sentía ofensivas a fin de no afectar sus aspiraciones políticas, convenía tener muy en cuenta los continuos apuntes que hacía en su agenda.
¡Sal, cobarde!, insistía la mujer. ¿Cobarde Plata Brava?-Plata al Veinte, según otros-Bueno, lo cierto es que Sarria solía demostrar fiereza a la hora de salir a cobrarles a los clientes morosos; se atrevía a gritar, insultar, ¡amenazar!, siempre a nombre de Inversiones El Tesoro, que ahí sigue, firme, progresando. Cabía preguntarse si su acreedora lo había visto en acción, y si tenía escondidito algún fierro, claro.
…¡Sal, mala paga! ¡Mal padre!
¿Mal qué? Ay, ¡qué risa! El lío, todos lo comprendieron, era un asunto de carácter intimo, una pelea de marido y mujer: Mal padre, había gritado la hembra. ¡Claro, hombre!, le parió un pelao al man, y a la fija su querido consorte se murió sin saber que se la había pasado criando un hijo ajeno.    
Chani se dolió:-Pobre tipo. Y si viera, ¡si viera!-El luto de su dama: triste y agobiante de la cintura para arriba-¡La estaba ahorcando!-, muy de la pobre señora a la que ya no le queda nada por hacer en este mundo; pero qué vaina, la dolorosa había decidido añadirle a toda esa pasión, toda una sirvenguenzura: ¡qué faldita!
Llamativa la hembrona, ¿ah?, dijo Lobelo.
Bastante: Buenas piernas, indicó Roger; Buen culo, concluyó Chani. Buenísimo ¡Y cómo lo exhibía! De modo que si realmente el muerto había sido su machucante oficial, bien podía continuar el infeliz en su nueva tarea: revolverse y revolverse en la tumba. ¡Qué viuda tan lanzada!
Lobelo la detalló a fondo: Carajo, deduciendo un poco… ¡Tremenda carga la que está soportando esa pobre viuda!, exclamó finalmente. Púa, en cambio, no alcanzó a escoger su parte: ¿Y ese pelao?, preguntó.
El chico-¡Mírenlo, sacó el color de Sarria!-, de unos ocho años, orejas grandes y peinado punk, con el uniforme del colegio pero a pie descalzo, estaba plantado en medio de la puerta que comunica el patio con el comedor del restaurante; no gritó, se limitó a hacerle señas a la mujer, apuntando siempre hacia fuera. La mujer se acercó a una de las mesas; luego, jaló una silla: ¡Eso es, cachaco, huye!-gritó, sentándose, sin perder de vista al chico, que no tardó en volver a recurrir a las señas. Su madre permaneció sentada-Tú verás, cachaco-señaló ahora, fresca-, corre, corre si quieres, ya veremos.
Chani se dijo: Qué show, el cachaco quiere escaparse, escaparse como cualquier padre irresponsable, eso hay que verlo. Corrió hacia la terraza y se asomó por la ventana que da al patio: Sarria, que no gustaba del sol caliente, se disponía a salir, ya había acomodado su moto frente a la puerta.
 ¡Corre, cachaco!, ¡Corre si quieres!, seguía gritando la mujer. Fue entonces cuando Chani escuchó la voz: Cuidado, mi amigo, cuidado con un plomo extraviado. Volteó a mirar; se trataba de un cobrador, el tipo cargaba las cartulinas, el bolígrafo y hasta la cachucha-el bolígrafo, un kilométrico negro, en la oreja-¿Lo raro? La risita, le había entrado una risita. ¿Cuál es el chiste?, se preguntó Chani.
-Después me dije: “No es de aquí.” Es demasiado moreno, tirando a negro. Además, ¿cuándo se ha visto que nosotros hablemos tan golpeado? Bueno, sigo. Qué furia la de Sarria. Optó por devolverse, con ganas de pelear, eso se veía; vaya trancos, y estaba rojo, bien rojo... ¡hecho el mismísimo Plata Brava! Fresco, cachaco, aguántate, mira que te aguarda una hembra, un hueco, otro de tus huecos, buen hueco.
En pelea de marido y mujer..., soltó Chani, mirando de reojo al cobrador, ¿usted qué dice, amigo? ¡Nadie!, exclamó éste, y claro, Chani hizo lo propio: ¡Nadie!
-Así fue, y no se burlen ustedes. ¿Acaso soy brujo?
No, no lo es; Chani tiene de todo menos de eso. Da risa, se dijo; ese par bien podría arreglarlo todo con un polvo de infarto.
¡Hasta que apareciste, mala paga!, se oyó entonces.
-“Y qué”, me dijo el tipo, “¿te vas a perder la pelea?”
Pero enseguida procedió a ajustarse el pantalón.
-Sin ninguna necesidad; quería mostrarme la cacha...  como le asomaba el bendito revólver.
Después, se encaminó...
-Ni lo vimos entrar-señala Lobelo-; estábamos concentrados en la pelotera de los dos amantes…
Ya en el comedor, Sarria, iracundo, le había dicho a su hembra: No tengo por qué darte plata, ¡ni cinco centavos!, ¡abusiva!
Claro que sí, el cincuenta por ciento-le dijo la mujer-. Es mi plata, ¡mi plata!-añadió, golpeándose el pecho.
¿Tu plata? ¿Acaso tú te la ganaste?-le replicó Sarria.
-Y en eso seguían-señala Chani-. Y yo diciéndome, “ahí está, ¡mujeres!, ¡las malditas mujeres!, su tarea es limpiarnos el bolsillo, y después ¡que te lleve el diablo, malparido!, ¡vete al quinto infierno!
Seguían: ¡Mi cincuenta por ciento!, gritaba la hembrona, ¡Abusiva!, le replicaba su media naranja. Y la pelotera resultaba tan graciosa que el cobrador, sonriente, acomodado en una de las mesas de la entrada, no se perdía  una palabra, ni un gesto, nadita. Pero la mujer ya no quería seguir peleando: Listo-dijo, levantándose, y enseguida le apuntó a Sarria-: Ahora sí te jodiste, empieza a hacer cruces, miserable.
Sarria la hociqueó por completo: ¡Estás chiflada! ¡Ni un centavo! ¡Allá tú!
Pues qué pena-exclamó la mujer. Y luego, retahíla de por medio, disparó: ¡Te acabaste, cachaco!, ¡escríbelo! Vas a ver, sinvergüenza, ahora mismo voy a contarle a todo el mundo lo mala clase que eres. ¡Rata!
Y echó a andar, tan maciza, tan buenota ella, en dirección de la puerta…
Y Chani procedió a seguirla; Chévere el disfraz, se dijo, observándola con detenimiento, saboreándose de antemano, convencido de que iban a resultarle requete chistosos sus cuentos de mujer dejá, dejá con un hijo y sin un peso.
-Y bueno, una vez en la calle, la mujerona se fajó a gritar, de no haber sido por el plomazo todavía estuviera en esas. Vean, sonó el disparo y enseguida me volvió a la mente la risita del cobrador; pero éste me decía ahora, “sígueme, ven...”, sonriendo igual que antes.
A ver, la mujer gritó y gritó, pero qué, ¿ah?, total, ya se sabe que el cobrador le pegó un tiro a Sarria-Sigue, belleza, sigue maltratando a las damas-y que Roger y los otros salieron disparados del restaurante al cabo ratico, el vida fácil de Púa dispuesto a no frenar.
“¿Qué gritó la mamazota?”, se oye,  “¿qué?”, “¡¿qué?!”
-Cálmense, ya les cuento-dice Chani, humeando.
Pero nadie se aguanta: ¡Deja la fumadera, huevón!
-Y dale con eso. Es el mismo cuento de estos dos, parece mentira.
¡Suelta el vicio!, le dijo Lobelo; ¡Apaga a esa mierda!, Roger. Ya lo habían alcanzado, ya estaban prestos a escucharle, ¿qué esperaba? 
Siguieron insistiendo, acelerados:
¿Quién es?,  ¿quién es el tipo?
 ¿Me estás reparando, belleza?, ¿ah?...
¿Pateaba Sarria a la hembrona?, ¿sí?
Soy talla cuarenta y tres, belleza. ¿Cómo te parece?
Entonces, ¿qué estaba debiendo el cachaco?,  ¿qué?
Pregunta, belleza, pregunta... 
Sépanlo: a la ‘‘belleza’’… a Sarria lo quebraron por vivo.
...Vivísimo el desgraciado ¡Paga, cachaco! ¡Paga, miserable!
Entérense: Sarria fue uno de los tantos personajes que se vincularon a las campañas del Niño, según lo estipulado por el hombre: Que sean $2.000.000  por c/uno, en 2 cuotas
...El malparido hizo el primer aporte, y por supuesto, detalló a su candidato. ¿Se acuerdan de Maradonita, el mariguanero que se la pasaba metido en la cancha? Sarria fue preciso, muy preciso. Súmenle a eso la paliza que le dieron al pequeño Sarria, esa fue la ñapa. Qué tal, Sarria el grande se atrevió a pedir la ñapa, como quería ajuiciar a su heredero, sacarle de la cabeza a Zuli, la putica aquella, la del Shangai. Pidió que le dieran su buen susto, para que dejara de meterse en malos sitios, de babearle a una zorra. Según él, ese caprichito le estaba dañando la imagen a la familia. ¡El muy doctor aspira a volverse concejal!
Que lo haga, pero eso sí, primero va a tener que pagarme lo que me debe.
El 50%, el saldo del arreglo.
… ¡Mala paga! ¡Págame!
A ver, ¿por qué a ella?, ¿por qué?
....Acuérdate, cachaco,  ¡me debes un palo!
Chani intenta reír.
-Ja-Ja-Ja-exclama finalmente-.Dan ganas de reírse, no lo niego. Me reí, no pude aguantarme.
Muy cierto, festejó: ¡Qué suerte la de Sarria! Que le pague a la hembra, que le eche el polvo, un polvo de infarto, ¡qué palo! Festejó, pero ahora:-Ojo, que nadie se ría, nadie, guarden las risas para cuando se nos antoje caerle de lleno a la carrerota de Púa y ahí mismo aparezca el chiste. Bueno, les cuento. ¿Por qué el cachaco tenía que pagarle a la hembrona?
Sépanlo: La tipa es prima del Niño
…¡Prima hermana!
Y la viuda del Locario.
…¡También! Ay, primo, tú lo lloraste, lo lloraste mucho.
Al Niño le dolió la muerte del Locario, sí.
 ¿Te suena eso, cachaco? Me lo contó él mismo, allá en la cárcel, porque es verdad que fui a visitarlo, ¿oíste?
En busca de apoyo: Alfredito no puede estar comiendo cualquier cosa, primo, no es justo.
El Niño, la sangre llama, se animó a ayudarla:-Qué casualidad, family, ahorita mismo estaba pensando en un negocio que puede cuadrarte.
...Me dijo: “Cóbrale a Sarria. Ve, tienes mi autorización; esa plata es tuya, mi prima.” ¡Págame, cachaco! ¡Págame, miserable!...  
FIN