Con salvajismo o sin salvajismo?
El árbitro: A ver, nenas, yo tengo una cita, voy a dejarles reglamentado el partido.
Qué dicen ¿con salvajismo o sin salvajismo?
-Descríbelo, Camilito, por favor-insisten en pedirle. Alguien gruñe, el chistoso que nunca falta; según su idea, cabe pensar en un ser horriblemente peludo, con una boca grande y repleta de dientes. Pero no, no se trata de un ogro... Tranquilo, nené-recuerda el pelao-, se acabó, compón esa carita. ¿Nadie, doctora? Qué te he dicho, nené, ¿ah? ¡Nadie!, siente Camilito; sin embargo, voltea a mirar a la doctora Patri: ¿Les cuento?
Cuéntales.
¿Seguro?
No te preocupes, cuéntales.
Bueno, si usted me dice que les cuente…
<<...Me lo había advertido, con el cinturón en la mano: “Vas a ver, mierdita, te voy a sacar sangre, ¡sangre!” Y viene y me encuentra jugando en el campito. La verdad es que yo tenía pensado irme, por aventurarme y ganar plata, pero lo que me impulsó a hacerlo ese día, precisamente ese día... Ya ustedes lo saben. Se acelera con mucha facilidad, eso es cuento repetido. ¿Que si me hizo falta?...>>
Y la noticia sigue circulando… La otra, se oye, acuérdense de la otra. Se refieren a la otra página: ME MALTRATABAN MUCHO, POR ESO ME VOLÉ: CAMILITO.
<<...Que Colombia iba a golear a Argentina, decían los de mi grupo. ¡Qué no!, gritaban enseguida los que combatían con Fernán, que no y que no, que lo del cinco a cero ya era historia patria. Y yo alejándome, con ingenio, claro… De pronto, ¡gol de Colombia! “Qué suerte la mía”, me dije, porque yo sabía bien que los otros se iban a poner a festejar, y también a discutir, para después pegarse más a la pantalla, eché a correr a toda máquina, no hubieran podido alcanzarme. Bueno, con un tiro sí, pero ni modo, seguían pendientes de los tiros de Colombia. Y ¡faltaba lo mejor!... Sí, descubrí a los infantes, montaña arriba, parecían hormiguitas… ¡Pero les llegué en un santiamén! Gané, supe ganar… ¿El castigo? Calculen ustedes: Primero el juicio, después la levantada a plomo; ellos dicen que la revolución no perdona a los desertores. La cuestión es que a mí no pudieron capturarme, ¿no?>>
Uno de los reporteros acaba de hacer un descubrimiento, en las piernas del chico, a la altura de los muslos…
-¡Qué salvajismo!
-Me quedaron… ya ustedes lo saben, lo de la sangre.
¡Sangre!... marcas. Pero ni una marca más: Nadie volverá a lastimarte, nené. ¿Nadie, doctora Patri? Nadie, hijo.
El man del ejército está hablando con un tipo de la prensa internacional, con un mono, el entrevistador no es simplemente un cachaco. Nos llegó la fama, de un día para otro, eso dicen por aquí. Pregunte, mono, pregúntenos todo lo que quiera. ¿Todavía no? Obvio, sigue entrevistando al pintao. ¿Senci qué?
-...Sensibilizarse, el país tiene que sensibilizarse. Casos como éste nos dejan… en verdad, nos dejan…
El pintao no encuentra la palabra, no la encuentra… la encontró, al fin, ya tiene el tema debajo de la bota. Ahora le salen las palabras con tanta facilidad, las palabras, menos mal. ¡Qué chorro! Ay, chistoso, si tú… ¡Cobarde!
-…Completamente alejado de esos bandidos-prosigue el pintao-. Tenemos que pensar como familia. La familia colombiana… ¿Cómo dice? ¡Por supuesto! Son unos criminales, los verdaderos enemigos de nuestro país.
De pronto, se oye un coro: ¡Qué maldad!
Balones, ha dicho Camilito. Armas hechizas, señala uno de los reporteros, muy sabihondo él. ¿Con el balón en las manos? Puede decirse que sí.
-…Sí, de plástico-prosigue el pelao-, son los que se usan, nos daban de ésos. Primero los abríamos con un cuchillo, con un cuchillo igualito a los de la cocina; después los rellenábamos con explosivos, puntillas, tuercas, vidrios, pedazos de metal...
Cualquier elemento que pueda servir como proyectil, indica el sabihondo, revisando él, revisando; luego, prosigue, maniobrando él, maniobrando, cierran el plástico y lo recubren con brea, a la que también le pegan una buena cantidad de puntillas.
-...Para acabarlos, le poníamos la mecha.
Mecha lenta, remata el sabihondo; a continuación, levanta la mano.
-Cuéntanos, Camilito, ¿cuál era el siguiente paso?
¿El paso? ¡Le ha pasado el balón al pelao!
La doctora intenta advertirle algo a Camilito, pero el muchacho se apresura a responder…
¡Gol!, exclama alguien, muy al fondo, el caballero de las haciendas y los campamentos. ¿Volverán a entrevistarlo? ¿Estará dispuesto a hablar? Siempre que la nación lo estime conveniente, suele decir. Ya, pues, llegó la hora:
-¿Estaba usted pensando en Colombia, caballero?... Hace un instante, quiero decir.
-Pues sí, en Colombia, como de costumbre.
-¿En la Selección?, estoy hablando de nuestra Selección de Fútbol. Disculpe usted, parece que no me di a entender.
-Salió goleador.
-¿Cómo dice?
-Goleador nato.
-¿El pelao?
-Lo dice la Biblia: se verá lo que nunca se ha visto. Bueno, a cuidarse, caballeros.
-¿Se va?
-Sí, antes de que empiece el maldito lagrimeo.
-Hay demasiadas mujeres, ¿cierto?
-Las mujeres son lo de menos. Miren, ustedes, bonito show…
El pelao ha sabido acaparar la atención de toda la prensa.
-Qué show. ¡Cómo si se tratara de una estrella!
-¿De un Ronaldiño?
-Es el colmo, una desgracia, una completa desgracia.
-Dicen que tiene talento, que juega bien.
-Y apunta a la cabeza, cómo no.
Igual que el bombardero Iván René Valenciano: a la cabeza de los arqueros: ¡Golazo!
-¡Bang!
-¿Se va?
-Me voy.
Alejando. Pero sin dejar de pensar en Colombia. ¿Verdad, caballero?
-El triunfo será nuestro.
-Bueno, dicen que ya hemos desarrollado un estilo. Yo sostengo que nuestro estilo era cosa del Pibe Valderrama. Dígame, ¿hasta dónde cree usted que puede llegar la nueva sangre del fútbol colombiano?
-¡La sangre! La sangre, sí, pero a lo bien.
-¿Acelera usted?
Cómo no, se le nota. Mientras tanto, sigue la noticia…
-…El mal trato, correcto-está diciendo Camilito. Y vuelve a gruñir el chistoso.
-Los verdaderos enemigos de Colombia-insiste el man del ejército, pegado al mono.
-¡Maldito show!-se alcanza a oír.
El muchacho no tiene nada de estrella, cierto, pero qué sensación la que está causando: nos ha caído otro vendedor, ¡otro! Según él debemos refrescarnos lo suficiente: Vienen por ahí unos personajes que seguro van a querer sacarle hasta las tripas al vergajito ese. El cuento es largo, damas y caballeros… ¡Guarapo!
-… ¿El guarapo? Sí, me gusta, gracias... ¿Extrañar? Bueno, aparte de mi casa, el campito, extrañé mucho el campito, bastante. Me han dicho que lo borró la creciente del arroyo, fue lo primero que me dijeron cuando llegué aquí, pero eso no me preocupa, no es la primera vez que pasa, pasa todos los años, y todos los años lo arreglamos, y adivinen, ustedes, siempre volvemos a bautizarlo, ya le hemos puesto varios nombres, la Bombonera, el Maracaná... Yo, dentro de mí, le digo el Romelio, porque verán, soy hincha del Júnior, y según mi viejo el Júnior del Romelio era una berraquera, muy distinto al de ahora, llegó a tener un invicto de cuarenta y ocho partidos en ese estadio... Sí, mi papá, me lo contó ¡con un orgullo!... ¿Qué si le gusta el fútbol? También a él le pegaron sus buenos cinturonazos, yo lo sé, lo sé bien…
FIN