viernes, 9 de diciembre de 2011

Un cuento con sabor a chicle ensangrentado...

Una actriz
Mi vida pasa ahora de película en película. ¿Ahora? Qué carajo, digamos que siempre ha sido así, sólo que antes… ¡tiempo pasado! ¿Quieren saber cuál es la única película en la que me he negado a actuar? Presten atención: Mi padre, que fue toda su vida un lameculos, un colombiano ejemplar, según él, me llegó un día con una propuesta que lógicamente me sacó de quicio, ya comprenderán por qué.
-¿Qué pasa?-me preguntó, achicando aún más sus ojos porcinos, esos ojos que por suerte no heredé yo.
-Estoy emputada, viejo-le dije, mascando.
-Bota el chicle, Susana.
-Susana del Socorro, acuérdese.
-Bótalo.
-¿El Socorro? Imposible, me ajusta más que la pantaleta.
Ahí fue cuando me partió la boca. Escupí el chicle, con sangre y todo.
-¿Qué es lo que te choca?
Quise devolverle la cachetada, pero él… Esperen un momento, no tienen por qué condenarme, déjenme decirles que además de ser un lameculos, mi padre era lo que por aquí llaman un cachón conforme. ¿Algo más? Se desquitaba de los cachos que le ponía mi mamá propinándole soberanas palizas a su querida hija: ¿Era yo hija suya? ¿En verdad lo era? ¡Ten!...
Sigo. Papi fue el lameculos y servidor súper súper del doctor Sardi, de quien ustedes seguramente no han oído hablar, de él no, claro que no, pero sí de El Rafaga, ¿ah?, sale ahora en todos los noticieros, como es uno de los Héroes de los Montes de María... ¿Sale hablando de cuántas víctimas? Dice que fueron doscientas, trescientas, cuatrocientas y pico…, se pierde, pero no ha perdido toda la memoria, qué va, se acuerda, por ejemplo, de la gran ayuda que le brindaron el doctor Sardi y sus colaboradores, desde la mismísima alcaldía de mi perro pueblo.
Bueno, no pude cachetear a papi, pero le acomodé un buen escupitajo, que me salió caro, por supuesto…
-¿Qué es lo que te choca?-creí escuchar pasado un rato, en medio de varios zumbidos, pobrecitos mis oídos.
“¿Qué es lo que te choca?”, insistió mi papi, aquel insigne paraco intelectual. Hay asesinos materiales y asesinos intelectuales, ¿no?...
Me levanté como pude.
-¿Entonces, Susana?
-En este pueblo ya no existen los clubes sociales-dije, mirando la puerta, mi salvación-, existen los clubes de asesinos, los de las prepagos y el mío, que es un club de arrechas y viciosas.
A papi se le ensombreció el rostro; después se llevó la mano al pecho…
Proseguí:-No quiero ser “presentada en sociedad”.
-Es necesario, Susana.
-Tendrás que llevarme amarrada. Pretendes que yo asista a la fiestecita esa sólo para que le lamba el culo a la Sardi.
Mi papi intentó decir algo, pero no le salieron las palabras. Se dejó caer en una de las mecedoras:-¡Dios mío!
Le dije que era todo un actorazo, es verdad que se lo dije, y vean lo que se me ocurre  ahora: que de él heredé el talento para actuar-lo tengo, yo sí, pueden jurarlo-, de él el talento para la actuación y de mi madre lo perra, ¡quiero creerlo!
Oh, mis padres acaban de enterarse de que voy hacerles un gran reconocimiento… No me estoy riendo, se los juro. Dirán ustedes que también heredé de ellos los apellidos, y bueno, sí, pero la verdad es que no me gusta recordar que un día pertenecí a la suciedad de mi perro pueblo. ¿Que si va en serio lo del reconocimiento?... ¡Papá!, ¡Mamá!, ya estoy en casa, miren, ¿les gusta mi nombre artístico?… Artístico, sí, cómo les parece, y quiero que lo conozcan también todos mis paisanos, en especial los miembros del Club Social La Inmaculada. Tendrán ustedes que aclararles, obvio, que no soy una meretriz, soy una actriz... ¿Que si va en serio lo del reconocimiento? En marcha, queridos padres, el Salón Olimpo nos espera… ¿Quién llegó, damas y caballeros?
Suxi Sexi Sexo